Es realmente interesante cuando se escribe sin un fin claro,
es exquisito dejar que las palabras fluyan y poco a poco vayan dándole forma a
un tema, a un tema que bien puede ser el más irreverente que se nos hubiera
podido ocurrir o tal vez sea absurdamente profundo, tan complejo que no podríamos
haberlo redactado ni en nuestro máximo nivel de lucidez y concentración. He utilizado
esta técnica unas cuantas veces, pero hoy estoy decidido a aprovecharme de su
sin igual aire a misterio, no redactando un sólo pedazo para cubrir un “hoyuelo”
en la línea argumental, sino haciendo un gigantesco hueco, como una rampa,
donde se entra por un lado se va a lo más profundo y de nuevo de golpe estamos
en las alturas pero de la posición contraria, sin mucho más que inventar, sin
más palabras que me nazcan en este mismo instante, sin hacer trampa un solo segundo
para pensar en una palabra, una frase o una idea encantadora, proseguimos a
darle inicio a este “El cuento de lo real torcido”.
¡Genial ya me comprometí con un cuento!, no soy muy bueno
inventando cuentos, debo aceptarlo. Qué más divertido que hacer algo que no es
de costumbre y además de eso agregarle que estoy comprometido con “las reglas
del juego”, donde la primera y más importante norma es escribir mis ideas tan
pronto como hacen un leve ruido en mi mente, diría que es similar a hablar, si
dices algo que es incoherente o estúpido ya no hay paso atrás, simplemente
corriges el error en el trascurso del dialogo, ahora si ¡A la carga!...
Nota: me tomare la libertad de dar las aclaraciones que me
parezcan pertinentes con el uso del paréntesis, para hacer alguna clase de énfasis
en las “declaraciones del autor”, pero si lo prefieres no tomes en cuanta estas
interrupciones y dale tu propio sentido
a la historia, (al fin y al cabo este cuento tendrá una estructura tan espontánea
y abierta a las posibilidades, que cada quien podrá interpretar a su gusto, sin
importar mi opinión acerca de las premisas erróneas que se puedan llegar a obtener de el mismo).
El cuento de lo real torcido (Parte I):
“Primero observa y por ultimo ignora, ¿qué será de aquella
linda pajarita que todas las mañanas me canta y luego se esfuma entre los
arboles? ¿Quién será el afortunado dueño de tan lindos y suaves cantos que me
quitan el sueño y me recuerdan a los días en los que era incapaz de salir del
nido?” se preguntaba con un cierto aire de inquietud el nostálgico pajarillo
que vivía junto a la ventana de un viejo edificio. Sus preguntas eran las
mismas todas y cada una de las mañanas, para él era importante saber cuál otra
ave era la que despertaba a los dos ancianos del primer piso y le daba ritmo a
la extraña mezcla de pop que escuchaba la joven de cabello rubio mientras se
daba su ducha diaria antes de salir a darle un vistazo al mundo, del cual por
alguna razón siempre volvía agobiada al ver todas las maravillas que ella al
parecer odiaba y que el resto de los habitantes de la casa ignoraban.
Como todas las mañanas la señora Gloria despertaba antes de
que los pájaros celebraran un día nuevo, ella acostumbraba preparar un café para
sus dos ausentes hijos, Pedro que ya hacía más de una década había olvidado del
todo a su madrugadora madre y Juan el hijo que muchos desearían tener antes del
“gran incidente”, quien había muerto en un trágico accidente para convertirse
en “Juancho” el chico de pantalones cortos
de quien sólo se sabía que su familia era extraña, y que algún punto de
la vida su madre había perdido la cordura hablando todas las mañanas con las
aves mientras tomaba café con sus dos hijos ausentes.
Ya era un cuarto para las 6, el pajarillo gritaba con alegría
sus preguntas sin parar con la esperanza de que la vecina loca del frente hoy
si fuera capaz de darle solución a alguna de sus dudas, “¡Dime pajarito!” grito
la señora Gloria mientras doblaba el codo para tomar otro sorbo y empezar con
la segunda taza de café, al oírla la pequeña ave revoloteó hasta cruzar la
calle y descansar sobre el gran ventanal de la señora Gloria, que daba en
frente de la casa antigua de donde salía casi corriendo la joven de
cabello rubio, quien sin darse cuenta, otra vez era observada minuciosamente por
Juancho, que se encontraba en el segundo piso de la destartalada casa terminando
su gran obra maestra “amarillo de mañana radiante”. Todas las mañas Juancho tenía
una cita con su mayor obsesión, capturar su imagen por unos instantes para
continuar pintando el retrato de la joven de cabello rubio a quien admiraba no
sólo por su sinigual belleza, sino también por esos “hermosos pantalones cortos”
que se ponía todos los martes, por esa facción de no más de 30 segundos Juancho
se sentía parte de algo, él no era el único que llevaba pantalones cortos y
sospechaba que no era el único que se hacía un sinfín de preguntas acerca de
esa sensación que se perdía entre el asfalto.
En el primer piso el pajarillo cantaba mirando a los ojos
llenos extraños sentimientos de la señora Gloria:
“Primero observa y por
ultimo ignora, ¿qué será de aquella linda pajarita que todas las mañanas me
canta y luego se esfuma entre los arboles? ¿Quién será el afortunado dueño de
tan lindos y suaves cantos que me quitan el sueño y me recuerdan a los días en los
que era incapaz de salir del nido?”
Ella siempre respondía con una sonrisa mueca “Dímelo de
nuevo con más fuerza y tal vez, sólo tal vez sea capaz de responder algo que
soy incapaz de responder”, podría estar loca, pero ella sabía muy bien que no podría
responderle y que tal vez él nunca lo entendería. Luego de unos 45 minutos el
pajarillo se encontraba agotado de preguntar y ponía todas sus esperanzas en el
siguiente día.
Ya habían pasado posiblemente días, meses e incluso años en
los que esta rutina mañanera se había repetido, a Juancho ya no le quedaban más
paredes que quisieran ser pintadas de su hiperrealista arte repleto de
amarillos y sentimientos incoloros que, lo confundían y lo llenaban tanto de
angustia que él creía que por esa razón lo consideraban diferente.
Antes de que la casa del frente estuviera casi en ruinas,
Juan era un buen chico, solía salir a la calle a sentarse junto la carretera a
leer mientras el sol calentaba sus jóvenes y soñadores huesos, para luego
reincorporarse he ir a la cocina a tomar una buena taza de café junto a su
hermano mayor y a su amorosa madre. Las charlas eran extensas pero entretenidas,
Pedro solía hablar de su importante trabajo en la imprenta local mientras Juan
admiraba y conservaba cada una de las palabras en su mente como si fuera el único
camino a seguir que lo sacaría de la desesperante rutina diaria. Juan únicamente
se dedicaba a mostrar su arte a cualquiera que se diera el lujo de pasar
caminando a la sombra de la gran casa, sin importar que fuera un viajero, un
taxista, un conocido, el cartero o su propio hermano, lo haría seguir al
segundo nivel de la construcción para darle un paseo por su cuarto que no era
nada convencional, era toda una exposición de arte, esculturas por aquí y por
allá, hasta su cama era una exquisita obra de arte adornada de incontables
incrustaciones de piedras brillantes y tallados que sólo podrían vivir en la
mente de un gran artista….
(Hasta aquí me dieron las manos y las ganas por hoy, así que "Continuara")...
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