Se encontraban los dos en un café mientras sonaba el himno
nacional en la iglesia central del transitado pueblo donde ambos vivían, cada uno bebía un vaso de Baylis en las
rocas, o dicho de otra manera con hielo, el dulce sabor de la crema de whisky
contrastaba perfecto con la luz de la vela color verde que los iluminaba
tenuemente, esta se encontraba insertada en una botella vacía haciendo de
candelabro y de centro de mesa, la mesa no era más grande que una silla, tenía
más pinta de butaca que de mesa y sus acabados rústicos eran resaltados por
pedazos coloridos de cerilla de vela sobre toda su superficie.
Con el cuerpo extendido sobre cojines que estaban tirados en
el suelo, uno al lado del otro conversaba mientras los minutos pasaban, a las
6:13 de la tarde de ese 16 de septiembre, inocentemente él da a conocer su
opinión sobre el futuro de aquella amistad y ella sin vacilar responde de
inmediato “si”. Era el momento perfecto para una gran frase, algo como: un
pequeño paso para un hombre un gran salto para una relación… o eso pensó él en
el momento, pero cuando menos lo esperamos surgen las palabras adecuadas en el
momento preciso, sin pensarlo por un momento le dio libertad a su mente él sólo
pudo preguntar “¿qué hora es?”(lo sé, es un poco desalentador en un principio),
ella respondió viendo la hora en su celular “son las 6:15”, acomodando el torso
él la miro a los ojos y le dijo “recuerda esta hora porque es la hora de
nuestro primer beso, luego de estas palabras no quedaba más hacer lo dicho… ya
sabiendo que pasaría, ambos se miraban fijamente mientras se llenaban de
emoción sus miradas, hasta que sus sonrisas se toparon con el dulce sabor del
Baylis entre los labios.
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