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La paz y la "paz"

Lloviznaba levemente era uno de esos bien llamados “espanta bobos”, me encontraba sentado esperando no más que el amor encarnado en una sonrisa y una tarde hermosa, frente a mi ojos la capilla del centro y un sin fin de palomas golosas revoloteando de aquí a allá, por el arroz lanzado de las manos de los inquietos niños y los melancólicos ancianos. Buscando resguardo del mundo exterior y el frío, decidí entrar a la gran construcción donde residen los santos mártires y héroes católicos, la paz abrumaba el escenario mientras caminaba de el gran portón al centro de la iglesia, me senté e incline mi cabeza, como acto de reverencia y educación para los que allí arrojaban sus plegarias y sus oraciones, el sitio era agradable, bastante amplio y bien conservado. Todos los presentes me doblaban la edad e incluso uno que otro me la triplicaba, no buscaba de algo más que del inmútale silencio de Dios… poca importancia le di al hecho de que media docena de santos petrificados me observaran, o a la posibilidad de ser avistado por el amoroso Dios junto a su humilde e intachable hijo de facciones norteamericanas. Con los ojos cerrados me concentraba en hacer entrar el silencio y la paz a mi mente, en sólo pensar una cosa a la vez (hasta ese entonces no me había percatado de lo complicado que puede llegar a estar totalmente enfocado en algo), por mi mente transitaba desde la ropa que olvide sacar de la lavadora hasta preguntas tan perturbadoras como: “¿Y si la luz al final del túnel en realidad es la luz que entra a la vagina de nuestra madre justo antes del parto?”, agitando la cabeza me concentraba de nuevo repitiendo sin parar la palabra “paz”, en un intento desesperado por pensar en una única cosa: -“paz, paz, paz, paz” repetía al mismo compas. Cuando de repente empecé a escuchar a la distancia algo, pero ya estaba tan adentrado en mi propia mente que no llegaba a distinguir que era y mucho menos de dónde provenía, sólo sabía que sonaba cada vez más fuerte y que de a pocos perdía el ritmo de mis “paz”, me vibraba la pierna y abrí los ojos, de inmediato despertaron todos sentidos, poniendo mi mano sobre el bolsillo derecho descubrí que mi celular estaba sonando, todos me observaban con gestos de intolerancia, para ellos era insoportable e inaudito que la “paz” del lugar se desvaneciera por el sonido de mi celular, mientras para mí era el llamado de alerta que me decía que el momento de verla, se acercaba y era la hora de usar esa “paz”, que repetí tantas veces en mi mente, para no fatigarme de emoción en el momento que nuestras miradas se encontraran de nuevo.

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